Las enfermedades dermatológicas pueden tener su origen tanto en causas internas como externas. La mayoría de nosotros prestamos atención al aspecto de nuestra piel llevados por una simple preocupación estética. No obstante, resulta aconsejable que de igual modo, también cuidemos la salud nuestra piel de una forma correcta y siguiendo sencillas precauciones.
La piel es entendida, desde el punto de vista biológico y médico, como un órgano. Por tanto también es susceptible de padecer una gran variedad de afecciones de distinta etiología. Algunas de estas enfermedades pueden estar provocadas por deficiencias orgánicas, reacciones alérgicas, infecciones de bacterias, hongos, virus…
Además, debido precisamente a que es la barrera visible que protege todo nuestro cuerpo, sobre la piel también pueden aparecer signos que evidencian el desarrollo de enfermedades sistémicas que afectan a otras partes de nuestro organismo.
Algunas de las enfermedades dermatológicas más comunes y más fáciles de reconocer serían: la urticaria, la alopecia areata, la psoriasis, melanomas, dermatitis de contacto, eccemas, verrugas…
Es recomendable que cuando experimentos algún cambio anómalo sobre su superficie, o notemos molestias persistentes, acudamos a nuestro médico de atención primaria o a un dermatólogo. Un diagnóstico temprano puede prevenir que ciertas enfermedades se extiendan, causando molestias aún mayores y dificultando posteriormente su tratamiento. Solo un facultativo puede pronunciar un diagnóstico certero y prescribir el tratamiento más oportuno. La automedicación, incluso cuando se trata de tratamientos tópicos, también resulta desaconsejable con las patologías dermatológicas.
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